La vida es fantástica. Mi vida particularmente lo ha sido. Pudo ser mejor, sin duda alguna, pero pudo haber sido peor. No hace mucho tiempo, en momentos de depresión me asaltaban este tipo de pensamientos sobre la configuración que mi vida había tomado al pasar el tiempo. Y me veía idealizándolo todo: Que tal si hubiera sido de esta manera o esta otra, pero siempre estaba yo creando un “mejor lugar para vivir” y mi mente lo hacia tan bien que me gustaba mas el paraíso de mi mente que el mundo real. Y así es como hasta el día de hoy soy algo introvertido, muy reservado de comentarios personales, y alguien muy poco sociable. Y ¿cual era mi salida de aquel mundo maravilloso? Pues el estar pensando, el tener consciencia, el existir, el poder disfrutar de la vida (aunque esta me parecía muy dura) y el potencial que confiaba tener para llegar ser una buena persona. La oportunidad de vivir y la esperanza de que todo fuera a salir bien. Solo eso podría hacerme volver del maravilloso mundo allí en mi cabeza.
Muchas veces pensaba en las cosas negativas, aquellas que me marcaban y parecían “desviar el destino de mi vida”. Aquellas cosas que le robaron la vida a mi vida, aquellas que hasta el día de hoy no tienen explicación divina ni razón alguna de ser (Y nunca creo que la tengan). Por ejemplo, una de las cosas que mas me hicieron llorar y entristecerme fue el no haber crecido con mi papa (y TODO lo que eso implicaba) y en consecuencia no haber crecido en una familia “normal”. También me hacia ponerme muy mal el ser pobre (trabajo aun en eso). O el ser homosexual (y todas sus implicaciones). Y pensaba yo: ¿Por qué? ¿Por qué no tener una vida sin tantos problemas? ¿Para que permitir tanto dolor? Y le gritaba al cielo: ¿Por qué no tuve padre? ¿Por qué yo soy gay?
Y fue cuando vi esta película del “show de Truman” reflexioné en el parecido que encontraba entre la película y la película de mi vida (en el momento en que la miré tal vez estaba en el apogeo de mi adolescencia). Me sentía Truman Burbank en su “Show de Truman”, y yo era la victima de Dios (Christof), quien lo puso en este duro camino de vida; victima de la sociedad, por ser los verdugos de Dios, los peones que usaba en este ajedrez para savants.
A veces me gustaba la idea de estar en el jueguito de Dios, de hecho me sigue gustando, porque me siento vigilado, pero en eso no hay miedo, hay alivio. Hacia mucho que había aprendido que todas las cosas les ayudan a bien a los que aman a Dios, así que aunque me parecía muy duro el camino que El había elegido para mi, así también me sentí en algún momento halagado por Dios porque así como me había metido en este laberinto, así me daba en algún lugar la salida, la copa, el premio. No pretendo con esto que escribo haberlo alcanzado ya, sino que prosigo a la meta, porque como canta Fonseca, ¡la luz apareció! Yo pienso que lo peor ya paso. La tormenta ceso. Ha quedado inundación, desastre, y dolor pero algún día cesarán. Y vendrá la luz. Porque después de una tormenta viene la calma. Ninguna tormenta es eterna. Y el tiempo después de la tormenta es crucial porque es la oportunidad que tenemos de demostrarnos que podemos levantarnos, que podemos salir adelante porque tenemos un corazón hinchado de esperanza y un espíritu invencible.
Si bien el pasado es en cierta medida doloroso, no debe este definir lo que es mi presente ni mucho menos cual será mi futuro. Mi futuro es brillante en la medida que lo desee. No hay límites para este neo Galileo. El poder esta en mi, siempre ha estado, y todo lo malo que ha ocurrido ha sido posiblemente para que no vea el poder. Poder de levantarme, pensar, de soñar y de traer mis sueños a la realidad. ¿Pero que pasa? Pasa que algunos de los otros se han encargado de hacerme sentir triste, decepcionado, malo. Esa es su misión en el juego. Pero el único responsable de hacerme sentir feliz y mejor conmigo mismo, soy yo. Esta es una de mis misiones.
Pero después de todo esto, seria genial alcanzar el éxito. Es lo que podría esperar de mi mismo. Pero aquello que no se espera, lo imprevisto, es lo que hace cambiar vidas. Por eso la vida, después de todo y paradójicamente, es fantástica.
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