Cosas interesantes han estado pasando en el seno de la iglesia católica y esta vez siguen siendo escándalos por hombres que violan la ley de Dios (según la iglesia). Pues primero esta el caso del presidente de Paraguay quien merece solo la mención esta vez por sus actos desleales en contra de la iglesia y de la moral.
"Nunca voy a pedir perdón por amar a una mujer”
"Hice todo lo que la Iglesia me pedía (...) hasta que no pude. Traté con todo mi corazón de ser fiel a Cristo y de ser fiel a lo que Dios me pedía, pero fallé"
"Yo sabía que Dios me estaba mirando. ¿Si creo que me condena?... (No responde) Creo que Dios es muy grande. La institución, la Iglesia, es otra cosa. Hay muchos jueces que agarran un martillito y empiezan a dar golpes".
Habla un pecador. Habla un ser humano, habla un hombre. Yo no soy quien para condenarle, pero en todo caso, ¿por que? ¿Acaso amar a una mujer es pecado? De repente que si, porque eran reglas de la iglesia a la que estaba sometido y al quebrantarlas ha pecado (imagino yo).
El padre Alberto no es una víctima del destino o del sistema, sino una oportunidad más para decirle a la iglesia: ¡estás equivocada! Una iglesia hipócrita, con reglas que solo son un atropello a la naturaleza humana, imponen reglas de muy altos requerimientos que hacen que el ser cura sea además de un sacrificio, un sacrilegio.
El padre Alberto es el prototipo de lo que es Lito. Ambos, sometidos a la ley de sus iglesias, a las que han tratado por años ser fieles, cuando se dan cuenta que también son seres humanos, es cuando sienten que las reglas de sus iglesias son como espadas filosas sitiándolos contra la pared. Es el momento en el que sienten que las reglas de sus iglesias deben cambiar porque de pronto sus reglas en vez inspirar paz, desesperan; en vez de brindar amor, vienen cargadas de desaliento; en vez de brindar consuelo, brindan rechazo. Y a la gente se le enseña eso y solo por encima, sin profundizar mas, por eso la iglesia esta cargada de fanáticos religiosos, esos que sirven para condenar a los demás y verles de menos.
Pero padre Alberto: Esa gran mayoría de gente sabe lo que esta usted pasando, lo entienden a la perfección y espero que le apoyen y sean agentes de cambio, porque al final de todo, ¡yo mismo estoy seguro que Dios no le condena por amar a una mujer! Si su iglesia le rechaza, mi iglesia tiene los brazos abiertos para darle la bienvenida.
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